Comentario
Durante buena parte del segundo tercio del siglo XIV Noruega y Suecia estuvieron unidas bajo una misma dinastía, representada por el monarca Magnus Eriksson (1319-1363), quien perdió a manos de Dinamarca los territorios de Ascania, Uland y Gotland. Las derrotas militares debilitaron el poder real y así la nobleza levantada en armas depuso sin dificultades a Magnus. La aristocracia, fautora del principio electivo frente al hereditario defendido por el clero nacional desde el siglo XIII, designó como nuevo soberano a Haakon VI (1363-1380). El mismo año de su coronación casó con Margarita, hija de Waldemar IV Atterdag de Dinamarca. Tras la muerte de Haakon (1380) y de su hijo Olaf VI (1387), Margarita, regente de Dinamarca desde 1370, asumió el poder en Noruega. La reina intervino en las disputas por la Corona de Suecia; su mediación desembocó en la Unión de Kalmar (1397), integración dinástica de Dinamarca, Noruega y Suecia. Desde 1448 el tratado de unión quedó reducido en la práctica a los reinos danés y noruego, ya que las revueltas independentistas suecas comenzaron a sucederse y a minar los lazos entre los tres países. Bajo Christian I de Oldemburgo (1460-1481), Noruega vivió un momento de fuerte crecimiento económico, pese a la sangría de recursos y efectivos que supuso el sufragio de las guerras contra los rebeldes suecos.
Durante los siglos bajomedievales, el hábitat predominante en Noruega fue el rural. La población campesina se asentaba en el sur y en el oeste del país de forma dispersa; sin embargo, dicha dispersión no supuso un obstáculo para el desarrollo de la comunidad de vecindad (grannesamlag), institución controlada por las principales familias de la aldea que garantizaba la redistribución de las tierras de cultivo, la explotación común de los pastos y la organización del trabajo comunitario. La vida campesina estaba marcada por el traslado estival de las granjas a las residencies de verano (seter en Noruega y sal en Islandia), realizado con objeto de aprovecharse de los pastos de altura para el ganado. En el sur del país se concentraban las principales explotaciones, dedicadas al cultivo de la cebada y el centeno, productos imprescindibles para la elaboración de la cerveza. A lo largo del siglo XV el latifundio se extendió por todo el Reino; este fenómeno provocó algunas revueltas campesinas como la de Oslo de 1436. Cabe destacar la fuerte competencia existente por los bancos de pesca entre noruegos, ingleses, holandeses y pescadores de Lübeck.
El desarrollo urbano estuvo en manos de los comerciantes de la Hansa, quienes crearon en Bergen una importante base comercial en torno al llamado "Tyskebrygge" o Muelle Alemán. Los mercaderes alemanes, procedentes en su mayoría de Nüremberg, importaban productos de lujo (paños de seda, joyas y perlas) a cambio de pieles y pescado salado.